Supón que entonces hablo de la vida...

lunes, 28 de enero de 2013

A los blogueros cubanos


 

Este fin de semana lo pasé bien, más que bien si me permiten el énfasis. El broche de oro lo puso ayer el espectáculo musical El Caballero de París, con su plato fuerte: la interpretación en vivo de Kelvis Ochoa y Descemer Bueno. Llegué al trabajo con la idea de hacer un pequeño comentario sobre esto y publicarlo aquí para compartir con mis amigos, y ¿por qué no?, para darle un poquito de envidia sana a algunas amistades que se lo perdieron…

Pero como ya se va haciendo habitual, yo propongo y alguien más dispone. Al conectarme con internet me encontré con que me habían “robado” un comentario que hice el viernes y lo habían publicado como un post. Así que aprovecho y lo publico yo también.

Ah, y la foto que acompaña mi comentario se la “robé” ,  porque como dice el refrán: donde las dan las toman…


Hoy me conecté solo un momento antes de ponerme a trabajar. Pensaba dedicar unos minutos a ponerme al día con los blogs que me gustan y leo cuando puedo, para continuar entonces con mi rutina cotidiana, redacción de la tesis incluida.

Entré a Letra joven; me encontré con estas ideas sobre la blogosfera cubana; las copié en un documento y las imprimí para leerlas luego con calma y ver si dentro de dos o tres días –una vez que terminara alguno de los “por hacer” que tengo pendientes- me sentaba con calma a ordenar un poco mis opiniones y percepciones sobre eso que bien define Rodolfo como “blogosfera cubana”. Pero no me pude aguantar, para qué mentirles. Mi planificación del día se transformó, dialécticamente y en silencio como David, para evitar que mis jefes se enteren.

Les cuento que no conozco mucho de periodismo hipermedia, blogs, políticas editoriales, sitios web o redes sociales. Ninguna de esas habilidades, herramientas o contenidos necesarios para “nadar” en la red son parte de mi formación o de mi trabajo cotidiano; tampoco domino los intríngulis, contradicciones o afinidades internas que –como es lógico- se cuecen entre l@s que se definen como parte de esta diversa y múltiple ¿comunidad? –tal vez no sea esa la denominación, pero por ahí debe andar-; no pertenezco a ningún medio de comunicación u otra organización afín; conozco a algunos –pocos- de estos blogueros, pero en su mayoría son perfectos desconocidos, si se exceptúa lo que ellos han querido compartir desde lo que escriben; y sí, hace menos de un mes me abrí un blog, por motivos puramente personales, y hasta egoístas se pudiera pensar. Expongo estas premisas para que puedan tener una idea de la perspectiva desde la que intento presentar mis opiniones y percepciones, que provienen en lo fundamental de mi experiencia como lectora de esta blogosfera cubana. Sí, ya sé que al marcar esta posición se trasluce una visión algo tradicionalista en relación con las funciones periodista-lector, que en teoría pretende subvertir la existencia misma de la web 2.0 –eso lo leí hace poco, así que disculpen, las mentalidades son difíciles de cambiar-; pero de todas formas creo que puede ser útil explorar la mirada desde el otro lado, y es una realidad que no todos los que leemos sus posts escribimos los nuestros. Si son pacientes y me aguantan un poco más, por favor, les hago un poco de historia.

Para mí internet fue, durante mucho tiempo, el espacio donde localizar cualquier tipo de información –por más especializada, absurda, lejana, extravagante que pudiera parecer-, un servidor de correo gratis, la oportunidad de consultar alguna prensa extranjera en su versión digital… y nada más. Comencé a leer mis primeros blogs movida más bien por el compromiso y la curiosidad. El compromiso fue con dos o tres amigos periodistas que se abrieron sus bitácoras personales, y la curiosidad, bueno, esa estuvo potenciada de manera superficial –debo reconocerlo- por la novedad.

Déjenme decirles que de la curiosidad y el compromiso salté en poco tiempo al hábito, y más tarde a la necesidad. Hoy por hoy, cuando tengo la oportunidad de conectarme a internet, aprovecho para hacer mi “recorrido digital”, como llamo a la rutina –por lo de frecuente- de revisar los seis o siete blogs que he sido atesorando entre mis preferidos, a los que se suman viajes esporádicos a otros de los que voy conociendo poco a poco.

El interés no se justifica en mi caso por la atracción que todos podemos sentir hacia “lo personal”, se los digo con honestidad, a pesar de mi innegable tendencia a la “curiosidad”. Esta llamada blogosfera cubana, con sus luces y sombras, se ha convertido en un espacio necesario y atractivo dentro de mi esfera de interacción y también en una vía enriquecedora de conocimiento en la que pongo a debate mis propias concepciones e ideas a veces preconcebidas, y creo que eso no me sucede solo a mí; como tampoco creo que los blogueros estén totalmente conscientes del efecto que vienen ejerciendo ni del alcance que va teniendo en su conjunto la sola existencia de múltiples maneras de ver la realidad, de asumir las soluciones a los problemas, o de nutrir el espíritu, que desde la perspectiva de la “big picture” conforma una rica sinfonía.

Si tuviera que definir en dos o tres palabras qué me ha impactado más de ustedes, mi opinión se resumiría en: la sinceridad con la que escriben –aunque tampoco sean todos, claro-; el estilo directo y sin ambages con que presentan sus inquietudes; la naturalidad de la mayor parte de sus trabajos, que me hace identificarme con muchas de las problemáticas, pasiones y hasta visiones erróneas en torno a algún que otro asunto espinoso.

Pero voy más allá, porque una de las cosas de mayor importancia en este mi navegar por los blogs cubanos, es que puedo reconocerme en algunas de las opiniones y crónicas publicadas, y ver que muchas de mis preocupaciones o anhelos son compartidos por otros, desde Pinar del Río hasta Guantánamo. Y esa visibilidad que uno alcanza en el reconocimiento de necesidades comunes, y de ganas de “hacer algo” ante la desidia, la inactividad e indiferencia con que muchas veces se quiere generalizar a toda una generación, me ha servido en el día a día para no tener pretextos para la inmovilidad.

Aunque pudiera escribir un poco más, ya me he extendido demasiado y no quiero aburrirlos ni aburrirme, así que me despido y les agradezco por escribir, y pensar y presentar una Cuba llena de matices y diversidades.

 

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