Supón que entonces hablo de la vida...

miércoles, 19 de diciembre de 2012

PARA UNA MUJER DESNUDA, DE UN POETA IRREVERENTE




En mi adolescencia, Roque Dalton fue un nombre más, de esos que encontraba impresos en blanco y negro en algún que otro libro sobre poesía, un género que entonces no llamaba mucho mi atención (todavía digo que si me dieran a elegir un equipo, yo soy seguidora del cuento, síntesis y desafío, tanto para el escritor como para el lector). 

Hace un tiempo un profesor de tantas materias a un tiempo; pensador, filósofo y reparador de sueños, comenzó a contarnos del salvadoreño Roque Dalton: poeta, hombre y revolucionario...
En medio de aquella conferencia  dedicada a valorar las contradicciones teóricas,  los conflictos alrededor de la opción por la lucha armada y los precios pagados en hombres valiosos por la izquierda latinoamericana, el profe fue perfilando al escritor irreverente que rompió los esquemas de la métrica poética, e introdujo temas como la explotación, el enfoque de género, la guerra, el dogmatismo, la historia de exclusión de su país, sin dejar de hablar del amor, de pérdida y pasión, de muerte y vida; sin caer en aquel engendro que llamaban “realismo socialista”; mientras contaba de las interminables jornadas en la Casa de las Américas, discutiendo, conversando, intercambiando  con otros escritores -y algunos que no llegarían nunca a serlo- sobre el lugar del “intelectual orgánico” en nuestras tierras latinoamericanas; para luego salir corriendo a trabajar, en cualquier lugar donde fuera necesario, o a tomar ron y hablar de mujeres inolvidables con aquellos que fueron convirtiéndose en sus otros hermanos; para partir y luchar y morir en condiciones que muchos quisieran olvidar pero todos debemos recordar… 

Mientras lo escuchaba, aquellas letras impresas en papel que apenas me daban un dato, fueron llenándose de identidad y de sentido. Y con aquel nombre fui identificando la tremenda sensibilidad de un hombre que supo y quiso ser coherente con su irreverencia literaria y su militancia política. Por eso traigo hoy un poema suyo, de esos de los que hablan de amores, de vida, de muerte y de anhelo:

            
DESNUDA

Amo tu desnudez
porque desnuda me bebes con los poros
como hace el agua cuando entre sus paredes me sumerjo.

Tu desnudez derriba con su calor los límites,
me abre todas las puertas para que te adivine,
me toma de la mano como un niño perdido
que en ti dejara quietas su edad y sus preguntas.

Tu piel dulce y salobre que respiro y que sorbo
pasa a ser mi universo, el credo que me nutre,
la aromática lámpara que alzo estando ciego
cuando junto a las sombras los deseos me ladran.

Cuando te me desnudas con los ojos cerrados
cabes en una copa vecina de mi lengua,
cabes entre mis manos como el pan necesario,
cabes bajo mi cuerpo más cabal que su sombra.

El día en que te mueras te enterraré desnuda
para que limpio sea tu reparto en la tierra,
para poder besarte la piel en los caminos,
trenzarte en cada río los cabellos dispersos.

El día en que te mueras te enterraré desnuda
como cuando naciste de nuevo entre mis piernas.

1 comentario:

  1. Es mu buena poesía de Dalton, en relación a la belleza de la mujer desnuda creo que también es muy buena la de Benedetti:

    Una mujer desnuda y en lo oscuro

    Una mujer desnuda y en lo oscuro
    tiene una claridad que nos alumbra
    de modo que si ocurre un desconsuelo
    un apagón o una noche sin luna
    es conveniente y hasta imprescindible
    tener a mano una mujer desnuda.

    Una mujer desnuda y en lo oscuro
    genera un resplandor que da confianza
    entonces dominguea el almanaque
    vibran en su rincón las telarañas
    y los ojos felices y felinos
    miran y de mirar nunca se cansan.

    Una mujer desnuda y en lo oscuro
    es una vocación para las manos
    para los labios es casi un destino
    y para el corazón un despilfarro
    una mujer desnuda es un enigma
    y siempre es una fiesta descifrarlo.

    Una mujer desnuda y en lo oscuro
    genera una luz propia y nos enciende
    el cielo raso se convierte en cielo
    y es una gloria no ser inocente
    una mujer querida o vislumbrada
    desbarata por una vez la muerte.

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