En mi adolescencia, Roque Dalton fue un nombre más, de esos que
encontraba impresos en blanco y negro en algún que otro libro sobre poesía, un
género que entonces no llamaba mucho mi atención (todavía digo que si me dieran
a elegir un equipo, yo soy seguidora del cuento, síntesis y desafío, tanto para
el escritor como para el lector).
Hace un tiempo un profesor de tantas materias a un tiempo; pensador,
filósofo y reparador de sueños, comenzó a contarnos del salvadoreño Roque
Dalton: poeta, hombre y revolucionario...
En medio de aquella conferencia dedicada a valorar las contradicciones teóricas, los conflictos alrededor de la opción por la lucha armada y los precios pagados en hombres valiosos por la izquierda latinoamericana, el profe fue perfilando al escritor irreverente que rompió los esquemas de la métrica poética, e introdujo temas como la explotación, el enfoque de género, la guerra, el dogmatismo, la historia de exclusión de su país, sin dejar de hablar del amor, de pérdida y pasión, de muerte y vida; sin caer en aquel engendro que llamaban “realismo socialista”; mientras contaba de las interminables jornadas en la Casa de las Américas, discutiendo, conversando, intercambiando con otros escritores -y algunos que no llegarían nunca a serlo- sobre el lugar del “intelectual orgánico” en nuestras tierras latinoamericanas; para luego salir corriendo a trabajar, en cualquier lugar donde fuera necesario, o a tomar ron y hablar de mujeres inolvidables con aquellos que fueron convirtiéndose en sus otros hermanos; para partir y luchar y morir en condiciones que muchos quisieran olvidar pero todos debemos recordar…
En medio de aquella conferencia dedicada a valorar las contradicciones teóricas, los conflictos alrededor de la opción por la lucha armada y los precios pagados en hombres valiosos por la izquierda latinoamericana, el profe fue perfilando al escritor irreverente que rompió los esquemas de la métrica poética, e introdujo temas como la explotación, el enfoque de género, la guerra, el dogmatismo, la historia de exclusión de su país, sin dejar de hablar del amor, de pérdida y pasión, de muerte y vida; sin caer en aquel engendro que llamaban “realismo socialista”; mientras contaba de las interminables jornadas en la Casa de las Américas, discutiendo, conversando, intercambiando con otros escritores -y algunos que no llegarían nunca a serlo- sobre el lugar del “intelectual orgánico” en nuestras tierras latinoamericanas; para luego salir corriendo a trabajar, en cualquier lugar donde fuera necesario, o a tomar ron y hablar de mujeres inolvidables con aquellos que fueron convirtiéndose en sus otros hermanos; para partir y luchar y morir en condiciones que muchos quisieran olvidar pero todos debemos recordar…
Mientras lo escuchaba, aquellas letras impresas en papel que
apenas me daban un dato, fueron llenándose de identidad y de sentido. Y con aquel
nombre fui identificando la tremenda sensibilidad de un hombre que supo y quiso
ser coherente con su irreverencia literaria y su militancia política. Por eso
traigo hoy un poema suyo, de esos de los que hablan de amores, de vida, de
muerte y de anhelo:
DESNUDA
Amo tu desnudez
porque desnuda me bebes con los poros
como hace el agua cuando entre sus paredes me sumerjo.
porque desnuda me bebes con los poros
como hace el agua cuando entre sus paredes me sumerjo.
Tu desnudez derriba con su calor los límites,
me abre todas las puertas para que te adivine,
me toma de la mano como un niño perdido
que en ti dejara quietas su edad y sus preguntas.
me abre todas las puertas para que te adivine,
me toma de la mano como un niño perdido
que en ti dejara quietas su edad y sus preguntas.
Tu piel dulce y salobre que respiro y que sorbo
pasa a ser mi universo, el credo que me nutre,
la aromática lámpara que alzo estando ciego
cuando junto a las sombras los deseos me ladran.
pasa a ser mi universo, el credo que me nutre,
la aromática lámpara que alzo estando ciego
cuando junto a las sombras los deseos me ladran.
Cuando te me desnudas con los ojos cerrados
cabes en una copa vecina de mi lengua,
cabes entre mis manos como el pan necesario,
cabes bajo mi cuerpo más cabal que su sombra.
cabes en una copa vecina de mi lengua,
cabes entre mis manos como el pan necesario,
cabes bajo mi cuerpo más cabal que su sombra.
El día en que te mueras te enterraré desnuda
para que limpio sea tu reparto en la tierra,
para poder besarte la piel en los caminos,
trenzarte en cada río los cabellos dispersos.
para que limpio sea tu reparto en la tierra,
para poder besarte la piel en los caminos,
trenzarte en cada río los cabellos dispersos.
El día en que te mueras te enterraré desnuda
como cuando naciste de nuevo entre mis piernas.
como cuando naciste de nuevo entre mis piernas.
Es mu buena poesía de Dalton, en relación a la belleza de la mujer desnuda creo que también es muy buena la de Benedetti:
ResponderEliminarUna mujer desnuda y en lo oscuro
Una mujer desnuda y en lo oscuro
tiene una claridad que nos alumbra
de modo que si ocurre un desconsuelo
un apagón o una noche sin luna
es conveniente y hasta imprescindible
tener a mano una mujer desnuda.
Una mujer desnuda y en lo oscuro
genera un resplandor que da confianza
entonces dominguea el almanaque
vibran en su rincón las telarañas
y los ojos felices y felinos
miran y de mirar nunca se cansan.
Una mujer desnuda y en lo oscuro
es una vocación para las manos
para los labios es casi un destino
y para el corazón un despilfarro
una mujer desnuda es un enigma
y siempre es una fiesta descifrarlo.
Una mujer desnuda y en lo oscuro
genera una luz propia y nos enciende
el cielo raso se convierte en cielo
y es una gloria no ser inocente
una mujer querida o vislumbrada
desbarata por una vez la muerte.